lunes, 26 de enero de 2009

En la introducción al ser y la nada, Sartre plantea como ventajosa la supresión de los dualismos metafísicos por el monismo del fenómeno. Es en esta línea que brota el problema de la presencia, ya liberta de su metafísica oposición a la esencia; pero surge inmediatamente en el camino sartreano un nuevo dualismo, el cual se fundamenta en un razonamiento simple: a saber, que lo que se presenta, se presenta a algo distinto de lo presentado. Estamos presenciando así, el nacimiento de la conciencia, la única capaz de dar cuenta de lo que se presenta, de fundar el ser de lo que se presenta. Este dualismo primogénito, deviene en el decurso de la obra, en una vuelta al cogito. Sabida es la influencia que tiene el cartesianismo sobre Sartre en el primer momento de su formación. Incluso Husserl, su principal mentor teórico, es un cartesiano declarado. Pero el problema de "volver al cogito", auque este sea, a esta altura, una construcción ontológica mas depurada, esto es, la conciencia no tetica (de) sí, es el sustrato de los conceptos mas importantes del autor. Es que, si lo que se le recrimina al cogito es constituir una instancia trascendental como polo de pura subjetividad; si pensamos el sistema ontológico de Sartre como estructura, es difícil no afirmar que, el lugar de esta instancia trascendental, la viene a ocupar la conciencia inmediata y no tetica (de) si. Lo que queremos decir es que dicha conciencia no es mas que la "cuenta por uno", la síntesis de todas las conciencias de objetos, y aunque es la conciencia de si de algún modo inmanente a las conciencias trascendentes (en el sentido fenomenológico de trascendencia), no deja por ello de ser el fundamento de la unidad. En suma la operación de Sartre sobre el cogito versa sobre la posibilidad de que el fundamento de la identidad sea a la vez, inmanente, contemporáneo y de igual naturaleza que la multiplicidad de las conciencias. Estas son las tres características esenciales del cogito sartreano. Pero nos resta una cualidad esencial, esta instancia unitaria, no es diferenciable de la conciencia de lo en-si. O mejor, esta conciencia no tetica (de) si, se diferencia de algo que, no se diferencia de ella. Se nota de esta manera, como a la identidad del para-si la constituye una diferencia que la antecedería, pero que para bien o para mal (quizás mas para bien) , terminaría volviendo a la identidad por vía de la negatividad y de la nada en la que esta se funda. Cuando Sartre define al para-si como el ser que "es lo que no es, y no es lo que es", ya esta pensando esa falta de identidad como falta de ser y eso lo lleva a pensar una forma derivada de identidad, anclada en la nada y basada en la proposición de Spinosa. "ominis determinatio est negatio". Pero todo se complica con el hecho de que la determinación como negación, necesita, por lo menos, la identidad de un ser que sea lo Mismo a priori, para diferenciarse. Pero esto se da, no ya en la relación conciencia-autoconciencia, sino en la relación que guardan la conciencia con lo en-si.
Se forma en Sartre una disputa, o tensión interna, entre la diferencia de las conciencias y la negación de la conciencia para con lo en-si. Porque cada una de estas relaciones posee un modo de ser particular, y el para-sí, al ser un modo de ser, solo puede poseer uno de ellos. El ganador: la negatividad; el jugador decisivo: el tiempo. Con el advenimiento del tiempo estático o ék-statico es que se le posibilita a la identidad ser de una vez para todo el para-si; esto es ser un basamento unitario para la negatividad: el para-si es al mismo tiempo, su pasado a la saga, su presente nihilador, y su futuro proyectado. El ek-stasis temporal es la forma que adquiere la identidad cuando esta no se fundamenta en la positividad de una ser.
Pero nos hemos ido del problema que pretendíamos presentar: ¿es posible pensar la presentación, sin un algo a lo que se presente? ¿Pensar una presentación pura y bacía que no se presente a nadie? Este problema quizás nos exceda pero trataremos acercárnoslo. Quizás una presentación fallida podría ser el ejemplo que buscamos. Pensemos lo siguiente: en una relación cognoscitiva, ¿que tipo de relaciones se darían si fuera el sujeto el que se presentara ante el objeto?. Aquí el sujeto seria el presentado, pero el objeto por su naturaleza en si, no podría percibirlo. Tendríamos una presentación imperceptible. Esta presentación se resumiría entonces a su propia afirmación pura, y mas precisamente a su afirmación en algo (lo en si). Pero si esta afirmación, casi como una voluntad de afirmar, se pensara desde el punto de vista de este en-si, tendríamos desde su total indiferencia, el hecho de que efectivamente no existiría. Sería entonces una mera insistencia de su presencia, que no alcanzaría la dignidad de existir, y, como un fantasma, pura potencia de existencia, sin, sin embargo, existir. Esto nos permite pensar la posibilidad de que un ser pueda no ser, sin ser nada; o sea, el hecho de que pueda haber una instancia distinta que el ser y la nada.

3 comentarios:

Lukas Rybensen dijo...

Interesantísima entrada. Si entendí algo, creo que voy a hacer la misma observación que en el blog de Rafael (Ontopop) el carácter reflexivo del ser humano en tanto ente que puede doblarse sobre sí mismo siendo presencia que se hace presente a un otro que no es más que sí mismo.
Ahora bien, lo invito a que parta sus escritos para que las discusiones sean más ricas y para que sus lectores tenga la ventaja de encontrarse posts más frecuentes.

Un saludo

Иосиф dijo...

Gracias por leer, buena observación, a tener en cuenta

saludos

Иосиф dijo...

Gracias por leer, buena observación, a tener en cuenta

saludos